miércoles, 1 de octubre de 2014

EL ESPEJO

EL ESPEJO

Allí estaba otra vez, en aquella cafetería cerca de su  trabajo,o, mejor dicho en la terraza de la cafetería
Desde allí se podía ver el mundo pasar en una posición privilegiada, porque el mundo casi te rozaba al pasar.
Te rozaba pero, nunca te llegaba a tocar, nunca. Estabas verdaderamente a salvo.
Y a él le gustaba ese estar a salvo siempre: que se mojen los demás. Como hacia desde siempre en su vida privada: que se comprometan los demàs, que se impliquen ls demàs, que luchen los demás
Eso si, de lOs logros de los demàs siempre reclamó su porcentaje, su parte, y dramatizò, se victimizó Echó pestes de este mundo plagado de necios insolidarios, individualistas alienados por los mandatos sociales y las creencias con los que la sociedad los "programó".
Seres tan inocentes, puros, de naturaleza tan bondadosa y tan sensibles a los sentimientos y necesidades de los demàs, como él, seres de esa envergadura, como él, había realmente pocos.
El caso es que se lo creía a pies juntillas y, por si fuera poco, daba el pego  a mucha gente. Ese sentirse verdaderamente así hacia que un alto porcentaje de gente que lo conocía  tuvieran de él esa misma imagen
Pero, afortunadamente no daba el pego a todo el mundo, algunas personas que le conocían más a fondo Sabían lo engañoso que resultaba el abismo que separaba su ESTAR de su SER.Especialmente su mujer, que lo había captado casi desde el primer momento
Entiéndase, no estamos aquí juzgando a un monstruo, a un ser en franca dis armonía. No, no es esa la cuestión. Se trata de coger por el hombro al " personaje", y así cogido, con amabilidad y sinceridad hablarle de lo real,de tantas cosas como él niega  y acompañarlo un trecho del camino.
El acompañamiento y la escucha probablemente  sean dos de las acciones MÀS difíciles de realizar  por el ser humano,, pero tengamos en cuenta que son de las que mayores frutos dan, tanto para el que las pràctica como para el que las recibe.
Volvamos a la terraza de la cafetería, allí permanecía verdaderamente embobado en las cosas que pasan y las gentes Que fluyen, o, las gentes que pasan y las cosas que fluyen
A él le daba absolutamente igual, siempre y cuando le permitiera entregarse al delicioso embobamiento, a la más genuina de las alineaciones , y sobre todo que contribuyera a increnmentar esa maravillosa sensación de que las cosas del mundo no me llegan a tocar, a rozar, pasan muy cerca pero no te tocan.
Un reloj conocido y popular en el centro de la ciudad comenzó a sonar estrepitosamente anunciando que eran ya menos cuarto y él, pobre desdichado, inocente de la vida, tenía que incorporarse a la vida misma, a esa realidad incuestionable, a esa verdad a la que, una vez MÀS prometió no darle más la espalda .
Así que se levantó, pagó su café, sintió ganas de mirar al público que transitaba por la calle y darle en voz alta las gracias por ese ratito de disfrute y sin más se alejó en dirección a su lugar de trabajo.
O


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