sábado, 5 de octubre de 2013

¿DEBERÍA O NO DEBERÍA?

Recordó que esa sensación le había acompañado desde muy niño y se sintió aún más abatido. ¿Cómo había llegado a esta situación?, le parecía mentira , revisando el día mentalmente, que la situación terminase así, como estaba en ese momento aconteciendo. La noche anterior había quedado con sus amigos, los de la peña montañera de la sidrería "El argayu", en encontrarse en la subida norte del monte Toribiu sobre el mediodía. De esa manera, todos juntos intentarían abordar ese pico al que le tenían ganas desde hace tiempo y le querían hacer cumbre en esta época del año. Esa noche, la anterior a la de la quedada, había tenido no una, sino dos pesadillas. La primera había tenido que ver con la cita del día siguiente con sus amigos montañeros. En su pesadilla ocurría que, al encontrarse con ellos y emprender la marcha, empezaron a acelerar vertiginosamente el ritmo de ascensión, dejándole a él bastante atrás y cuando llamó a voces a Andrés, el más amigo, éste se volvió y le miró con una sonrisa y una mueca verdaderamente maligna. Sintió una verdadera punzada de pánico. Se estremeció y despertó balbuciendo en un grito ahogado -Nooooo!. La segunda pesadilla era una que se repetía en el tiempo desde hacía muchos años, tenía un fundamento real, pertenecía a una etapa de su vida que, afortunadamente, había dejado atrás en la relidad, pero que aún le acompañaba en forma de pesadilla recurrente. Cuando era estudiante de Bachillerato en su antiguo colegio de religiosos, donde había estudiado siempre, se desplazaba ya por su cuenta para llegar al centro educativo. Lo hacía en autobús urbano, que le dejaba a las puertas mismas. Pero había un inconveniente, especialmente los días que tenía algún examen, casi siempre tenía que acabar bajándose del autobús unas cuantas paradas antes porque le entraba un terrible retortijón de tripas y unas inmensas ganas de ir al baño con el consiguiente temor a hacérselo encima. Y cuando se bajaba del autobús, ipso facto, las ganas y el retortijón desaparecían. De esta manera, esperaba el siguiente autobús, con el que conseguía llegar al colegio. En realidad nunca había llegado a hacérselo encima, pero en sus sueños, sí. Le había quedado aquella pesadilla recurrente en la que al poner pie en tierra desde el autobús, se cagaba encima. La sensación era terrible, soñaba que todos se daban cuenta y se reían a carcajadas alejándose de él haciendo el gesto con los dedos en la nariz, que quería decir:¡¡qué olor nauseabundo!!. En ese momento siempre despertaba de la pesadilla y tras un minuto aún de desazón, volvía a la calma y a intentar reconciliar el sueño. Siempre recordaba su carácter un tanto miedoso, o mejor dicho, miedoso, cobarde y miedoso, todo le daba miedo, la vida le daba miedo, el miedo le daba miedo. Un psicoterapeuta al que había acudido, el último por el momento, al que aún acudía una vez cada tres semanas, le había hablado de una cosa llamada Eneagrama, una forma de autoconocimiento muy antigua y que divide el carácter humano en 9 tipos de personalidades distintas. Según el psicólogo, al principio, y también él lo reconoció posteriormente, su eneatipo era el 6( la cobardía ) Con la linea de trabajo de su terapeuta( era de orientación humanista) consiguió grandes avances, pero ¡aún quedaba tanto trabajo! Su vida social no era del todo mala, tenía sus amistades, actualmente no tenía pareja, pero había una chica que le hacía tilín. Hacía vida social de una forma comedida e intentando no pasarse en juergas o en gastos. Pero su desconfianza de la gente era el punto más vulnerable y puñetero de su carácter, siempre pensando mientras le hablaban:"¿qué querrá decir con esto?", "¿me estará intentando engañar?", "¿qué pretende con lo que me cuenta?". Enfin, un verdadero infierno, y eso que con la psicoterapia había conseguido grandes avances. Se preguntaba a veces:¿qué habría sido de mí si no es por la psicoterapia?, igual me habría vuelto loco". Un ruido, como de aleteo, lo devolvió al momento presente, y le dio un buen susto. Probablemente un águila ratonera levantando vuelo para ir a cazar a la caída del día, pensó. Empezaba a oscurecer y estaba en la oquedad aquella de las rocas, apartado de cualquier camino, refugiado apenas de la intemperie y además mojado por el último chaparrón de agua caído una hora antes. Tenía frío y apenas llevaba ropa de abrigo, ahora el tiempo parecía calmarse un poco. Aprovechó para asomarse y quitar la ropa mojada y ponerse lo poco seco que traía en la mochila, se sintió un poco más confortable y por un segundo disfrutó de esa sensación. Y digo un segundo porque enseguida avistó que una espesa cortina de niebla y oscuridad venía a su encuentro. -!Lo que faltaba! pensó. Tenía algo de leña, no muy mojada, a mano, y fósforos secos para encender un fuego. ¿Porqué me dejaron "tirado", pensaba obsesivamente. "Vale, yo no supe llegar al punto de encuentro y me perdí, no hay cobertura de teléfono, pero podían buscarme más activamente, seguro". La noche ya estaba encima y los ruidos de la montaña y del bosque eran innumerables y para alguien como él, poco familiares. Y lo desconocido era sinónimo de desconfianza, recelo y miedo. Tendría que pasar, irremediablemente, la noche en aquella pequeña cueva con el fuego, si conseguía manternerlo vivo, como única compañia. Poco a poco, el sueño se fue apoderando de él, pero se resistía, consideraba que dormirse era un peligro enorme, quedando a merced de los peligros de la noche, el bosque, la oscuridad. Dentro de la cueva encendió un pequeño fuego y se bebió la bebida energética que llevaba en la mochila, se sintió un poco mejor por un momento. Se acomodó sentado frente al fuego, dándole la cara a la entrada de la cueva y la espalda al interior de la oquedad-"Así vigilo lo de fuera y estoy más a salvo"- pensó. Los ojos se le cerraban, prisioneros de un sueño, producto del gran agotamiento que había supuesto la jornada. Él se resistía una y otra vez, tenía que dominarse y pasar la noche en blanco alerta y vigilante. Entonces se rindió, entonces se durmió, se dejó arrastrar por la noche, por el sueño y hasta por los miedos nacidos de lo más profundo. Y sucedió.... Se despertó bruscamente, una voz le susurraba algo terrorífico al oído, una voz irreconocible, espantosa, peligrosa, amenazante, sintiéndola ahí, junto a sus oídos, y una mano, o garras, o Dios sabe qué, tocándole el hombro derecho, dándole como golpecitos en el hombro. Todo junto, en aquel entorno, y de sorpresa, fue demasiado para su corazón asustadizo. No pudo soportarlo y allí mismo, de manera brusca, repentina y rápida dejó su vida, allí quedó y, el amanecer trajo consigo la luz suficiente para desvelar lo que realmente había sucedido. La luz permitió ver que en fondo de la cueva había un agujero por donde silbaba el aire ,llegando a producir en los momentos de más intensidad un sonido parecido a un susurro humano y ese mismo aire había movido unos frágiles brotes de plantas que le tocaron el hombro cual manos huesudas o incluso garras, en que una fuerte imaginación miedosa puede trastocarlo. Lo encontraron allí sentado, sin vida, al día siguiente, con una terrible expresión de miedo en su cara


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