martes, 24 de febrero de 2015

LLEGANDOHabía algo en todo aquello que no le convencía, aún no sabía el qué ni el porqué, pero no le convencía. Estaba incómodo, tremendamente incómodo, era una sensación antigua, de cuando era apenas un niño. En su infancia siempre le acompañó un sentimiento de no pertenencia, de exclusión, algo le hacía no sentirse bien en muchos y variados ambientes. En su pandilla infantil, él era el flojo, el débil, no el cobarde pero sí el menos valiente. Eso sí, siempre se sintió aceptado y apreciado por casi todos. No obstante , la incomodidad le acompañó largos períodos. Era un sentir molesto, sentirse especial no por lo maravilloso que se puede ser sino por lo raro, por lo distinto. Estaba convencido de que ese sentimiento salía siempre de lo más profundo de su ser y no tenía nada que ver con el resto del mundo. El adulto que es hoy en día sigue pensando lo mismo, mantiene que su "rareza" es suya, y nada más. Pero también es cierto que la incomodidad había ido cediendo terreno con el paso de los años, la incomodidad como emoción peculiar, no el sentirse raro, que aún persiste. Por eso su mosqueo tan grande,ahora mismo estaba sintiendo la "incomodidad" en toda su plenitud, como en los viejos tiempos El solo hecho de nombrar, mentalmente, la palabra "incomodidad" le trajo al momento presente y, entonces, se dió cuenta de ese líquido rojo ,que teñía de una forma muy llamativa su camisa blanca de lino, y también se hizo consciente de lo que le había llevado a esa situación tan lamentable. La pelea se había resuelto a botellas de cerveza rotas contra la barra y blandiéndolas como puñales. El, el flojo, el débil había crecido sólo por fuera, sus sentires siempre habían sido los mismos. Todo esto había hecho de él un "adulto" un tanto prepotente cobijado en los demás, lo que conllevaba una actitud desafiante por su parte, siempre sintiéndose protegido por ser especie en extinción. Pero algo falló esta vez, al iniciar él la trifulca los amigos que le acompañaban prefirieron poner a salvo de la pelea a sus chicas, por lo que necesariamente le abandonaron el tiempo suficiente para recibir la mortal herida. Y eso era lo que no le convencía, eso no estaba, nunca en ninguna situación, previsto. Ahora se hacía consciente, desgraciadamente consciente de que como especie en peligro de extinción pasaba la barrera y era ya especie extinguida

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